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Armenia vs Azerbaiyán: Nagorno Karabaj

  • Foto del escritor: nacionesenruinas
    nacionesenruinas
  • hace 7 días
  • 13 Min. de lectura
Orígenes: ¿cómo empezó todo?

La disputa central entre los dos países del Cáucaso se focaliza esencialmente en torno a Nagorno Karabaj, una región de mayoría armenia enclavada dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Azerbaiyán. En 1923, la Unión Soviética creó el Óblast Autónomo de Nagorno Karabaj dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, institucionalizando así una ambigüedad que, con el colapso soviético, estalló en enfrentamientos abiertos. Ya a finales de los 80 y principios de los 90, la violencia étnica –como los pogromos de Sumgait de 1988 y de Bakú en 1990– y las declaraciones secesionistas de Nagorno Karabaj precipitaron la primera guerra entre ambos países entre 1991 y 1994.


Línea temporal

Pogromos


Los pogromos de Sumgait y de Bakú fueron estallidos de violencia étnica en Azerbaiyán dirigidos contra la población armenia, en el contexto del creciente conflicto por Nagorno Karabaj tras el inicio de demandas de secesión. Dejaron decenas de muertos y cientos de heridos, además, motivaron los desplazamientos masivos y la expulsión casi total de la comunidad armenia de la capital azerí. Estos episodios dejaron abiertas heridas de desconfianza entre comunidades, alimentando el ciclo de violencia que desembocará en un conflicto abierto.


1991-1994


Con la desintegración de la URSS, estalló la Primera Guerra de Nagorno Karabaj, las fuerzas armenias —compuestas por el ejército de Armenia y milicias locales del enclave– lograron no solo mantener el control de Nagorno Karabaj, sino también ocupar siete distritos azeríes circundantes –Kelbajar, Lachin, Agdam, Fuzuli, Jabrayil, Qubadli y Zangilan–. Estos territorios eran clave, especialmente en el caso de Lachin y Kelbajar, puesto que conectaban directamente Armenia con el enclave, asegurando un corredor vital, mientras que los demás distritos actuaron como una “zona de seguridad” alrededor de Karabaj.


El costo humano fue gigantesco, con cerca de 30,000 muertos, más de un millón de desplazados –principalmente azeríes expulsados de Karabaj y de los distritos ocupados, y armenios que huyeron perseguidos de Azerbaiyán–, además de la destrucción de pueblos enteros y un estancamiento político que duraría décadas.


En mayo de 1994, gracias a la mediación rusa y bajo el marco del Grupo de Minsk de la OSCE, se firmó el Protocolo de Bishkek, que estableció el alto el fuego indefinido. Aunque no se resolvió el estatus del Nagorno Karabaj ni se garantizó la paz definitiva, congeló la línea de frente durante dos décadas, dejando a Armenia y a la autoridades de facto de Karabaj en control del enclave y de los distritos ocupados, mientras Azerbaiyán prometía recuperar sis territorios. 


2006 en adelante


A partir de los años 2000, Azerbaiyán se convirtió en un actor energético clave gracias a la explotación de los yacimientos petroleros del mar Caspio y al desarrollo de corredores de transporte energético hacia Europa que evitan tanto a Rusia como a Irán. El proyecto más emblemático fue el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC), inaugurado en 2006, que transporta petróleo desde Bakú, pasando por Georgia, hasta el puerto turco de Ceyhan en el Mediterráneo. Este oleoducto, de más de 1,700 km, permitió a Bakú colocar su crudo directamente en los mercados europeos y globales, reduciendo la dependencia de rutas rusas, hecho que ha influido en las relaciones europeas con el país, especialmente con la Guerra de Ucrania.


A la par, Azerbaiyán desarrolló el Corredor Gasista del Sur, un sistema de gasoductos que incluye el Gasoducto del Cáucaso Sur (SCP), el Trans-Anatolian Pipeline (TANAP) y el Trans-Adriatic Pipeline (TAP), conectando el gas azerí –especialmente del campo de Shah Deniz– con Turquía, Grecia, Albania e Italia. Esta red, finalizada entre 2018 y 2020, consolidó a Bakú como proveedor estratégico para la seguridad energética de la UE, especialmente ante una crisis de gas como la provocada por Rusia.


Estos corredores bordean Armenia, quien quedó excluida de las rutas por el conflicto con Azerbaiyán y el cierre de las fronteras con Bakú y Ankara. Así, mientras Azerbaiyán multiplicaba su peso geopolítico y financiero como socio prioritario, Armenia permanecía marginada por sus vecinos en proyectos de conectividad regional.


Abril de 2016


La “Guerra de los Cuatro Días” se desarrolló entre el 2 y el 5 de abril de 2016 a lo largo de la línea de contacto entre las fuerzas armenias de Nagorno Karabaj y el ejército de Azerbaiyán. Fue la escalada más violenta desde el alto el fuego de 1994. Durante esos cuatro días se empleó artillería pesada, tanques, helicópteros, y, por primera vez de forma significativa, drones de combate. Azerbaiyán lanzó ofensivas localizadas y consiguió recuperar pequeños sectores estratégicos —como alturas en el distrito de Aghdara y algunas posiciones cerca de Fuzuli y Jabrayil–, aunque sin alterar el mapa territorial de forma significativa.


Las bajas fueron notables, las fuerzas oficiales hablaban de decenas de muertos en cada bando, mientras informes independientes señalaron entre 200 y 300 bajas en total, además de numerosos heridos y desplazados temporales en aldeas cercanas a la línea de fuego. El episodio evidenció que el statu quo de más de dos décadas se había roto. Bastaron pocos días de enfrentamiento para poner en riesgo el cese al fuego de 1994. También mostró la creciente modernización del ejército azerí frente a unas fuerzas armenias con recursos limitados, anticipando el cambio de balance que se haría evidente en la guerra de 2020.


Septiembre-Noviembre de 2020


La Segunda Guerra de Nagorno Karabaj estalló el 27 de septiembre de 2020 y se prolongó durante seis semanas de combates intensos, hasta el 9 de noviembre de 2020. Fue una confrontación mucho más amplia y destructiva que la de 2016, y marcó un giro decisivo en el conflicto. Azerbaiyán, con una fuerza armada modernizada gracias a los ingresos energéticos y el apoyo militar de Turquía e Israel, lanzó ofensivas terrestres y aéreas a gran escala. Se destacaron especialmente el uso masivo de drones de ataque y reconocimiento de tipo Bayraktar TB2 turcos y de miles de precisión, que diezmaron la defensa aérea y blindada armenia.

 

Los principales avances azeríes se dieron en el sur del enclave, en los distritos de Fuzuli, Jabrayil, Zangilan y Qubadli, desde donde las fuerzas fueron avanzando hacia el norte y oeste. El golpe decisivo ocurrió con la captura de Shusha el 8 de noviembre de 2020, ciudad estratégica situada apenas 15 km de Stepanakert, la capital de Nagorno Karabaj. La caída de Shusha dejó a las fuerzas armenias en una posición insostenible.


Ante el riesgo de perder totalmente el enclave armenio, el 9-10 de noviembre de 2020 se firmó un alto el fuego mediado por Rusia, rubricado por los líderes de Azerbaiyán, Armenia y el presidente ruso Vladimir Putin. El acuerdo estipuló:


  • El cese inmediato de hostilidades.

  • La permanencia bajo control armenio de solo una parte reducida de Nagorno.

  • La devolución a Azerbaiyán de los distritos circundantes ocupados desde los 90.

  • El despliegue de unos 2,000 efectivos de paz rusos en el corredor de Lachin.


En cuanto a bajas, las cifras oficiales y no oficiales difieren. Armenia reconoció que más de 3,700 soldados murieron y cientos desaparecieron; Azerbaiyán reportó alrededor de 2,900 bajas. Sumados, se estima que las bajas de la guerra dejaron más de 6,500 muertos, miles de heridos y un número muy elevado de desplazados y daños civiles en ambos lados.


Esta guerra transformó el equilibrio de fuerzas en el Cáucaso Sur: Azerbaiyán recuperó la mayor parte de los territorios perdidos en los 90 y se consolidó como el vencedor, mientras que Armenia sufrió una de sus derrotas más dolorosas en tiempos contemporáneos.


2022-2023


Tras la firma del alto el fuego de 2020, el corredor de Lachin –un paso de unos cinco kilómetros de ancho, vigilado por tropas rusas— quedó como el único enlace terrestre entre Nagorno Karabaj y Armenia. Ese corredor era vital: por allí transitaban alimentos, medicinas, combustible y todo tipo de suministros esenciales para la población armenia del enclave.


En diciembre de 2022, grupos de azeríes que se autodenominan “ecologistas” comenzaron a bloquear el tránsito, alegando protestas por supuesta minería ilegal en Karabaj. En realidad, el bloqueo pronto se transformó en una estrategia de presión de Bakú. A mediados de 2023, el paso estuvo prácticamente cerrado durante meses, provocando una grave crisis humanitaria: escasez de comida, medicinas y combustible, cortes de electricidad y gas, hospitales sin suministros, y denuncias de desnutrición, especialmente entre niños y ancianos.


El 19 de septiembre de 2023, Azerbaiyán lanzó una ofensiva militar relámpago de apenas 24 horas, con artillería, drones y fuego de precisión contra posiciones armenia en Nagorno Karabaj. Ante la superioridad militar y el aislamiento total, las fuerzas locales armenias aceptaron la rendición al día siguiente. El acuerdo implicaba la entrega de armas y la disolución de las estructuras militares y administrativas del enclave.


El resultado inmediato fue un éxodo masivo: en menos de una semana, más de 100,000 armenios –casi el total de la población de Karabaj— huyó hacia Armenia, por el mismo corredor de Lachin que semanas antes estaba bloqueado. El desplazamiento forzoso vació el enclave de su población armenia histórica, un cambio demográfico radical calificado como una limpieza étnica de facto.


28 de septiembre de 2023


Tras la ofensiva de septiembre de 2023 y la rendición de las fuerzas armenias en Nagorno Karabaj, el líder de facto del enclave,Samvel Shahramanyan, anunció el decreto de disolución de las instituciones de la autoproclamada República de Nagorno Karabaj, estableciendo que el proceso se haría efectivo a partir del 1 de enero de 2024. Esto incluía la eliminación de los órganos ejecutivos, legislativos y judiciales de la república no reconocida, marcando el fin formal de la administración local armenia.


La medida respondía a la realidad de que Azerbaiyán ya ejercía control total sobre el territorio, incluyendo los centros urbanos y rurales del enclave, así como los corredores estratégicos y las rutas de acceso. La población armenia había huido en masa, dejando atrás casi toda la infraestructura administrativa, escuelas y hospitales.


Posteriormente, Shahramanyan, desde el exilio en Armenia, emitió algunas declaraciones contradictorias, buscando mantener un marco simbólico de liderazgo o representación de la comunidad armenia desplazada, pero sin capacidad real de gobernar o intervenir en el territorio. En la práctica, el control territorial, militar y administrativo pasó completamente a manos de Azerbaiyán, consolidando la reincorporación del enclave y sus alrededores al Estado azerí.


Abril-junio de 2024


Tras el alto el fuego de noviembre de 2020, Rusia desplegó unos 2,000 efectivos de paz en Nagorno Karabaj, principalmente a lo largo del corredor de Lachin, para garantizar el tránsito seguro entre Armenia y el enclave y supervisar el cese de hostilidades. Este despliegue fue visto como un elemento clave de estabilidad en el Cáucaso Sur y como un instrumento de influencia rusa en la región.


Sin embargo, a partir de 2024, Moscú decidió retirar anticipadamente sus fuerzas, antes de que concluyera el mandato originalmente pactado. La retirada obedeció a ciertos factores, tales como:


  • La creciente tensión con Occidente y el desgaste militar y económico causado por la guerra en Ucrania, limitaba la capacidad rusa de proyectar poder en otras regiones.

  • La finalización de facto del control armenio en Nagorno Karabaj tras la ofensiva de Azerbaiyán de septiembre de 2023, que dejó a la población armenia desplazada y redujo la necesidad operativa de un contingente de paz.

  • La intención de ajustar la influencia estratégica de Rusia en un territorio donde Azerbaiyán consolidaba su dominio con respaldo turco.


El resultado fue que Rusia redujo drásticamente su papel como garante de la seguridad en la región, dejando el control territorial y de facto a Azerbaiyán y abriendo un vacío de seguridad que Armenia y las autoridades internacionales tuvieron que gestionar. Este retiro también implicó que los corredores humanitarios y las rutas de tránsito anteriormente supervisadas por los cascos azules pasaran a estar bajo vigilancia azerí, incrementando la dependencia de Ereván en mediaciones internacionales para evitar incidentes.


Mayo de 2024


En mayo de 2024, como parte de los esfuerzos de mediación internacional para avanzar hacia una normalización de relaciones Armenia-Azerbaiyán, Ereván procedió a la devolución de cuatro aldeas fronterizas que habían quedado bajo control armenio tras el alto el fuego de 1994 y, en algunos casos, tras conflictos posteriores. Estas aldeas están situadas en sectores estratégicos cerca de la frontera internacionalmente reconocida, fuera del antiguo enclave de Nagorno Karabaj, y su entrega fue vista como un gesto práctico y simbólico para avanzar en la resolución de disputas territoriales.


El proceso se realizó tras negociaciones directas bajo supervisión de mediadores internacionales incluidos representantes de la UE y del Grupo de Minsk de la OSCE. La devolución implicó, entre otras:


  • Traslado controlado de la administración local a Azerbaiyán, garantizando la seguridad de la población que aún residía en las aldeas.

  • Coordinación logística para evitar incidentes y asegurar el tránsito pacífico de personas y bienes.

  • Registro formal en documentos de delimitación fronteriza que servirá como base para negociaciones más amplias sobre el tratado de paz integral entre ambos países.


Este paso representó un avance práctico hacia la delimitación fronteriza, fortaleciendo la confianza mutua y abriendo la puerta a acuerdos posteriores sobre transporte, comercio y garantías de seguridad, aunque las cuestiones principales –como los corredores de tránsito y garantías para la población armenia en Nagorno Karabaj– seguían sin resolverse completamente.


2025


En 2025, Azerbaiyán inició un proceso judicial contra varios exlíderes separatistas de Nagorno Karabaj, destacando el caso de Ruben Vardanyan, un empresario ruso-armeno que desempeñó un papel clave en la administración del enclave armenio. Vardanyan fue arrestado en septiembre de 2023 mientras intentaba huir hacia Armenia tras la ofensiva azerí que resultó en la caída de Nagorno Karabaj y el éxodo de más de 100,000 armenios.


En enero de 2025, Vardanyan y otros 15 exfuncionarios de Nagorno Karabaj fueron sometidos a juicio en Bakú. Vardanyan enfrenta 42 cargos, incluyendo terrorismo, creación de grupos armados ilegales y genocidio. Él y sus defensores han calificado el proceso como una “falsa jurídica” y una represalia política. El juicio se lleva a cabo a puerta cerrada, y su solicitud de fusionar su caso con el de otros acusados fue rechazada. El 27 de enero de 2025, el juicio se reanudó con acceso público, aunque bajo estrictas restricciones.


Durante el proceso, Vardanyan ha denunciado presuntas violaciones de derechos humanos, incluyendo malos tratos en detención, coacción para firmar documentos falsificados y falta de acceso adecuado a su defensa legal. Amnistía Internacional ha instado a Azerbaiyán a garantizar un juicio justo y a investigar las alegaciones.


Respecto al contexto político y diplomático, Azerbaiyán y Armenia alcanzaron un acuerdo de paz en marzo de 2025, poniendo fin a más de 30 años de conflicto. Este acuerdo incluyó la normalización de relaciones, la apertura de fronteras y la disolución del Grupo de Minsk de la OSCE. Sin embargo, el trato de los prisioneros armenios, como Vardanyan, sigue siendo un tema pendiente y una fuente de tensión en las relaciones bilaterales.


Actores y figuras relevantes

  • Primer ministro armenio: Nikol Pashinian –en el cargo desde 2018–: ha intentado reorientar la política exterior hacia Occidente y diversificar las alianzas internacionales, en tensión con la tradicional dependencia de Rusia como garante de su seguridad.

  • Presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev –en el cargo desde 2003–: ha conducido la modernización militar y aprovechado los ingresos energéticos del país, aliándose estrechamente con Turquía e Israel. Bajo su mando, Bakú ha conseguido revertir el mapa territorial heredado de los 90.

  • Rusia: ha sido mediador clave, especialmente desde el año 2020. Moscú ha estado desplegando fuerzas de paz, pese a la pérdida de influencia por la guerra en Ucrania y el retiro anticipado de tropas en 2024.

  • OSCE –Grupo de Minsk–: ha sido el marco diplomático y de mediación principal desde 1992 —copresidido por EEUU, Francia y Rusia—, aunque con resultados muy limitados en la resolución pragmática del conflicto.

  • UE y EEUU: han aumentado su mediación en los últimos tiempos. De hecho, Washington facilitó treguas humanitarias en 2020 y el apoyo a procesos de negociación posteriores.

  • Turquía: ha mantenido un apoyo político-militar y logístico sólido a Azerbaiyán, reforzando su rol en los corredores energéticos y de transporte en el Cáucaso Sur.


Impacto nacional y regional

Para Azerbaiyán, recuperar el control territorial del Nagorno Karabaj es sinónimo de una consolidación interna; un impulso a la narrativa victoriosa y a la posición negociadora en la delimitación de fronteras y proyectos de conectividad internacional.


Para Armenia, en cambio, la pérdida del Nagorno es un trauma social al que acompaña un éxodo masivo. Esta situación, ha desembocado en un auténtico reto económico y humanitario para acoger a los exiliados desplazados, replanteando la arquitectura política del país respecto a sus alianzas y su propia seguridad.


En conjunto, el Cáucaso Sur es un corredor que mantiene actualmente una importancia creciente debido a su ubicación geográfica entre el Caspio y el Mediterráneo.  Los oleoductos como el de Bakú-Tiflis-Ceyhan o el Corredor Gasista del Sur hacia Europa han dotado de relevancia a la región. La estabilidad entre Armenia y Azerbaiyán condiciona los flujos de petróleo y gas, así como nuevas rutas de transporte este-oeste.


El papel de Donald Trump y EEUU

Desde su primer mandato como presidente de EEUU (2017-2021), Donald Trump y su administración participaron de manera limitada pero simbólica en la mediación del conflicto de Nagorno Karabaj. El 25 de octubre de 2020, en medio de la Segunda Guerra de Nagorno Karabaj, la administración estadounidense facilitó una tregua humanitaria anunciada públicamente, coordinada por el Departamento de Estado, bajo la dirección de Mike Pompeo, y con la cooperación del Grupo de Minsk de la OSCE. Esta tregua buscaba permitir la entrega de ayuda humanitaria y la reducción temporal de hostilidades. Sin embargo, se rompió casi de inmediato, reflejando tanto la intensidad del conflicto como los límites de influencia externa en aquel momento. Trump emitió declaraciones públicas apoyando la tregua y se involucró de forma indirecta a través de su gabinete, sin desplegar acciones directas sobre el terreno.


Años después, en agosto de 2025, tras el colapso de la administración armenia en Nagorno Karabaj y la recuperación total de Azerbaiyán sobre su territorio, Trump volvió a mediar de manera más directa en la firma de un acuerdo de paz formal entre Armenia y Azerbaiyán, esta vez en la Casa Blanca. El acuerdo fue firmado por Ilham Aliyev y Nikol Pashinian, con Trump como mediador principal, y estableció:


  • Respeto mutuo a la integridad territorial y compromiso de abstenerse de usar la fuerza.

  • Apertura de relaciones diplomáticas y comerciales y reactivación de rutas de transporte estratégicas.

  • Creación del “Trump Route for International Peace and Prosperity”, un corredor estratégico que conecta Azerbaiyán con su exclave de Najicheván a través de Armenia, incluyendo infraestructura ferroviaria, oleoductos, gasoductos y fibra óptica. 

  • Derechos exclusivos de desarrollo para EEUU en el corredor por 99 años, con posibilidad de subarrendar a consorcios privados.


Este acuerdo de 2025 marcó un cambio político significativo en el Cáucaso Sur, reforzando el papel de EEUU como mediador principal y estableciendo nuevas dinámicas de cooperación regional, a la vez que generó tensiones con Rusia e Irán, tradicionales actores de la región.


¿Qué logra Estados Unidos?

  • Fortalecer su rol como mediador internacional. Tras la tregua fallida en 2020, la firma del acuerdo en 2025 posiciona a Washington como actor central en la resolución del conflicto, reforzando su influencia en el Cáucaso Sur.

  • Mediante el “Trump Route”, EEUU obtiene derechos de desarrollo de infraestructura clave por 99 años, incluyendo rutas de transporte, oleoductos, gasoductos y fibra óptica. Esto permite a empresas estadounidenses participar en la construcción y operación de estas vías estratégicas, asegurando presencia económica y logística en la región.

  • La mediación directa y el control de la infraestructura del corredor desplazan parcialmente la influencia tradicional de Rusia como garante de seguridad y la de Irán en el Cáucaso, aumentando el peso diplomático de EEUU.

  • El acuerdo busca disminuir las tensiones entre Armenia y Azerbaiyán, fomentando relaciones diplomáticas y comerciales, lo que podría favorecer la seguridad energética y comercial de los corredores que conectan el Cáucaso con Europa, controlado por EEUU.

  • EEUU contará con participaciones en la operación o supervisión de las rutas de energía de la zona. Por lo tanto, tendrá capacidad de influencia en la seguridad y disponibilidad de energía para Europa.

  • Para la administración Trump, se presenta como un logro diplomático importante, demostrando la capacidad de negociación internacional y el protagonismo geopolítico tras su primer mandato.

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